El enfoque humanista en educación se refiere a la educación centrada en el alumno y el fomento de su desarrollo y crecimiento integral, involucrándolo como agente activo de su propio aprendizaje, que le permita mejorar sus condiciones de vida a través de la satisfacción de sus necesidades básicas y complementarias y de la creación de un entorno de respeto de los derechos humanos. También constituye la base fundamental para la formación de valores en los estudiantes. Si el estudiante bajo la dirección y orientación de los docentes y directivos no es capaz de comprender ¿Cómo es? y ¿Cómo debía ser? y ¿Cómo lograrlo?, entonces sería imposible hablar de educación de los valores en las diversas dimensiones.
Antes de adentrarnos a lo que conlleva el funcionamiento del enfoque humanista, observa el siguiente vídeo “humanismo en la educación”:
https://www.youtube.com/watch?v=RF-GC71Fvpk
Y
para que este enfoque humanista se pueda llevar a cabo les hablaremos de la
motivación escolar, su concepto y las teorías importantes de este:
1.
Teorías
de la motivación
2.
Teorías conductistas
3.
Teorías
humanistas
4.
Teorías
cognitivas
5.
Teoría
de la motivación de logro de McClelland y Atkinson
6.
Las orientaciones de meta: La teoría de Dweck
y Elliot
7.
La
teoría de la atribución de Weiner
Concepto de
motivación escolar.
La motivación es un constructo explicativo de indudable importancia para el aprendizaje. Junto con los conocimientos previos que posee el aprendiz cuando llega a la situación de aprendizaje y la inteligencia, la motivación es uno de los factores explicativos más importantes del rendimiento. La motivación por sí misma, independientemente de variables tales como la inteligencia, ayuda a entender las causas de los logros de los alumnos; o lo que es lo mismo, ante dos alumnos de nivel intelectual semejante aquél más motivado es el que tendrá un mayor rendimiento académico. La activación de la conducta únicamente, sin un fin o una meta determinados, no es suficiente para definir el término motivación, aunque sí ayuda en su precisión conceptual. De este modo, una definición general de la motivación, que abarca todas o la mayor parte de las distintas teorías explicativas, considera la motivación como aquello que activa y orienta la conducta (Woolfolk y McCune, 1980). Si a la activación de la conducta añadimos hacia un objetivo o una meta definida entonces se está dando una definición general de lo que es la motivación. Del mismo modo, es obvio que, además de activar y orientar la conducta hacia un objetivo, la motivación nos permite persistir en las tareas y demorar la adquisición de las recompensas derivadas de la conducta. Las teorías explicativas de la motivación se agrupan en categorías según la orientación teórica donde han sido desarrolladas, principalmente la conductista y la cognitiva. En resumen, las causas explicativas de la motivación se han situado, pues, en distintos factores, a nuestro juicio, no siempre contradictorios sino, la mayor parte de las veces, complementarios. Tanto los factores internos como externos contribuyen a que el individuo establezca unos objetivos determinados u otros, persista más o menos en la realización de la tarea, etc. Lo que necesitamos es entender la compleja dinámica de interacciones que se producen entre los distintos factores explicativos de la conducta de las personas, especialmente en la situación escolar, donde la motivación se convierte no sólo en factor causal-explicativo del aprendizaje sino, también, en objetivo propio de la educación.
Teorías de la
motivación
Las teorías de la
motivación son numerosas por lo que parece adecuado proceder a una
clasificación de estas según la orientación teórica en la que han sido
formuladas pudiendo distinguir así, como ya se indicó anteriormente, entre
teorías conductistas, teorías humanistas y teorías cognitivas.
Teorías
conductistas
Las teorías
conductistas tienen su origen sobre todo en el estudio de la motivación animal.
Los elementos explicativos se sitúan dentro y fuera del sujeto, aunque son
estos últimos los que adquieren mayor relevancia. Una de las primeras, y más
elaborada, teorías de la motivación que se desarrolla dentro del marco
asociacionista es la Teoría de la reducción del impulso de Hull, basada en las
explicaciones homeostáticas. Para este autor el impulso y el incentivo son dos
de los factores explicativos clave de la motivación animal y humana. El impulso
es un elemento energizante inespecífico de la conducta. La fuerza de la
conducta es el resultado del hábito o asociación aprendida (H) de tipo
específico entre el estímulo y la respuesta, y del impulso o drive (D), que es
una energía de tipo biológico y de carácter inespecífico que constituye un
elemento activador de la respuesta o conducta. Sus características son
primordialmente emocionales, está siempre presente en el organismo y es
relativamente independiente del estímulo. Posteriormente, Hull introduce un tercer
factor explicativo de la conducta motivada, el incentivo (K), que depende de la
cantidad y calidad de los refuerzos. Lo que determina en buena medida la
persistencia no es tanto el impulso inicial, sino el incentivo. La fórmula se
convierte ahora en E= H x D x K. La teoría de Hull no considera como impulso
solamente a las necesidades de tipo biológico, sino que establece que hay
también impulsos adquiridos. Un estímulo neutral adquiere propiedades
impulsivas para la conducta si se asocia con un impulso primario. Esto ocurre
especialmente con los impulsos aversivos o de evitación, como puede ser el
miedo o la ansiedad.
Spence, otro autor
situado dentro de la óptica conductista modifica la fórmula de Hull proponiendo
que la relación entre los factores de impulso (D) e incentivo (K) no es
multiplicativa, sino aditiva. Así E= H x (D + K).
A partir de las
formulaciones de Hull y sus colegas se han derivado implicaciones claras para
la investigación del aprendizaje en la situación escolar. En primer lugar, se
considera que la existencia de diferencias individuales en el nivel de impulso
puede llevar a considerar la existencia de diferencias motivacionales
aplicables al campo académico que puedan medirse, además. En segundo lugar, a
partir del supuesto de que las necesidades secundarias son aprendidas se deriva
el que los motivos para el aprendizaje y el rendimiento también son aprendidos.
En tercer lugar, del estudio de la relación entre nivel de ejecución e impulso,
se ha derivado la investigación de la influencia del nivel de impulso sobre
tareas simples y complejas de aprendizaje. Por tanto, la definición operativa
de la motivación dentro de la orientación conductista tiene en cuenta los
elementos anteriores. Lo importante para motivar a los estudiantes es descubrir
cuáles son los reforzadores que son más eficaces para cada uno y suministrar esos
reforzadores al alumno. No obstante, aunque los elementos externos de
motivación puedan ser de utilidad, la ausencia de algún impulso para aprender
puede hacer inútil, como en la teoría de Hull, o reducir sustancialmente lo
aprendido, según la reformulación de Spence.
Teorías humanistas
Dentro de las
explicaciones humanistas, es especialmente significativo el planteamiento
propuesto por Maslow en su Teoría de la motivación (Maslow, 1968). Según esta
teoría, el principio fundamental que subyace al desarrollo de la persona en su
búsqueda de la autorrealización es la satisfacción de necesidades. Así, Maslow
establece un total de siete necesidades básicas ordenadas jerárquicamente, de
modo que el sujeto únicamente podrá estar motivado por satisfacer una necesidad
superior cuando haya satisfecho las necesidades anteriores.
Las necesidades
propuestas por Maslow son:
1. Necesidades
fisiológicas: alimentación, sueño, cobijo…
2. Necesidad de
seguridad física y psicológica: necesidad de tener un medio de vida ordenado,
ausente de peligros y amenazas físicas y/o psicológicas.
3. Necesidad de
pertenencia y amor: necesidad de sentirse parte de un grupo social, como la
familia, la escuela, compañeros… y de recibir afecto de ellos.
4. Necesidad de
autoestima: necesidad de valorarse a sí mismo positivamente, aprobado,
reconocido y aceptado por los demás.
5. Necesidad de
logro intelectual: necesidad de conocer y comprender su entorno, de aprender
cosas nuevas y aumentar sus conocimientos.
6. Necesidad de
apreciación estética: búsqueda del orden, de la belleza personal y del entorno.
7. Necesidad de
autorrealización: es la cúspide de las necesidades. Cuando el sujeto alcanza
esta necesidad es capaz de desarrollar sus posibilidades y potencialidades como
persona dentro de su contexto familiar, escolar o profesional y realizarse de
acuerdo con su proyecto de vida personal.
A su vez, estas
siete necesidades se agrupan en dos categorías: necesidades de deficiencia y
necesidades de ser. En las necesidades de deficiencia se incluyen las cuatro
primeras, y se caracterizan porque su no consecución lleva al sujeto a un
estado general de carencia que genera una motivación imperiosa hacia su
satisfacción, dominan toda la conducta del individuo e impiden que se
desarrolle cualquier otro tipo de necesidad superior. Cuando éstas son
satisfechas, dan lugar a que se puedan presentar las necesidades superiores o
necesidades de ser. Así, la aplicación de este planteamiento al ámbito escolar
parece obvia. Si la necesidad de aprender es una necesidad de orden superior,
sólo estarán motivados por satisfacer esta necesidad aquellos alumnos que
tengan satisfechas todas las necesidades básicas o de deficiencia. Por tanto,
si queremos conseguir que nuestros alumnos estén motivados por lo que enseñamos,
deberemos contrastar previamente en qué medida tienen satisfechas estas
necesidades inferiores.
Observa las teorías
humanistas de Maslow en el siguiente vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=E6FrLt7nfk0
Teorías
cognitivas
Para los teóricos
cognitivos la motivación surge de los pensamientos internos que tiene el
individuo ante una determinada situación y de, en definitiva, el modo en que
procesa la información. Las percepciones que el individuo tiene de la
situación, incluidas las metas o anticipaciones o consecuencias de determinadas
acciones, juegan un papel importante como motor de nuestra conducta. Existen,
no obstante, formulaciones bastante diferentes de la motivación dentro de la
óptica cognitiva, por lo que trataremos de exponer cada una de éstas de forma
independiente.
Teoría de la
motivación de logro de McClelland y Atkinson
La teoría
desarrollada inicialmente por McClelland y Atkinson tiene sus aplicaciones en
el campo educativo en la elaboración teórica de Atkinson (1964). La teoría
comienza postulando la existencia de un motivo general de logro específicamente
humano y propone un modelo motivacional expresado de forma algebraica. La
motivación de logro es la resultante de dos necesidades contrapuestas, la
necesidad de obtener un éxito, por una parte, y la necesidad de evitar el
fracaso, por otra. Si la motivación hacia el éxito es mayor que el temor al
fracaso, entonces la motivación resultante va a ser positiva, dirigiendo
nuestra conducta hacia la realización. Si, por el contrario, el miedo al
fracaso es mayor que la necesidad de éxito la motivación resultante va a ser
negativa, a no actuar.
La motivación
hacia el éxito es, a su vez, el resultado de la combinación multiplicativa de
tres factores: el motivo de aproximación hacia el éxito, entendido como
disposición hacia el éxito o “capacidad de experimentar orgullo ante lo
realizado” (Atkinson, 1964, p. 214), por la probabilidad de alcanzar el éxito,
por el valor incentivo que supone su consecución para el individuo. La
motivación básica hacia el éxito es relativamente constante en cada sujeto.
Además, la probabilidad estimada de éxito, o fracaso, depende del grado de
dificultad de la tarea; si la tarea es difícil la probabilidad percibida de
éxito es pequeña. De lo anterior se derivan dos conclusiones: a) la tendencia
al éxito es mayor cuando la tarea tiene una dificultad intermedia, y b) cuando
la dificultad de una tarea se mantiene constante, la tendencia resultante a
lograr éxito es más fuerte cuando la motivación básica hacia el éxito es mayor.
La tendencia a evitar el fracaso; el motivo de evitar el fracaso, entendido
como la capacidad para experimentar vergüenza y humillación ante el fracaso,
por la probabilidad estimada de fracaso y por el incentivo negativo que el
fracaso supone para el sujeto. Según Atkinson se derivan dos nuevas
conclusiones acerca del fracaso: a) la tendencia a evitar el fracaso es mayor
cuando la tarea es de dificultad intermedia, y b) cuando la dificultad de la
tarea se mantiene constante para una persona, la tendencia resultante a evitar
el fracaso es mayor cuando el motivo de evitación del fracaso es fuerte que
cuando es débil. Se pueden establecer dos conclusiones generales de logro y
fracaso:
1)
Cuando
el motivo hacia el éxito es más fuerte que el motivo a evitar el fracaso, la
tendencia resultante es positiva y más fuerte cuando la probabilidad de éxito
es media. Estos sujetos son realistas y al enfrentarles a tareas de distinto
tipo de dificultad, eligen tareas o situaciones de dificultad intermedia.
2)
Cuando
el motivo de una persona para evitar el fracaso es mayor que el motivo para
lograr éxito, la tendencia resultante es negativa y más fuerte cuando la
probabilidad de éxito es media, como en el caso de las tareas de dificultad
intermedia. Si la tarea es simple la probabilidad de fracaso es pequeña, y si
la tarea es difícil el incentivo negativo que les supone el fracaso es pequeño,
una vez que la elección de tareas difíciles les representará una cierta excusa
y autojustificación por el fracaso potencial o real obtenido.
La implicación más
importante para el profesor de la teoría de la motivación de logro de Atkinson
y de sus desarrollos posteriores (Weiner, 1976) es que, si la motivación de los
alumnos hacia el éxito es superior a su motivación para evitar el fracaso, su
persistencia en la tarea se ve incrementada cuando experimentan una dosis
moderada de fracaso. La teoría de Atkinson ha sido reformulada posteriormente
retomando variables explicativas como la expectativa-valor que el sujeto
concede a aquello que está aprendiendo, desde una perspectiva sociocognitiva
más situacional.
Las orientaciones
de meta: La teoría de Dweck y Elliot
Entendiendo la
orientación a meta como patrón integrado de creencias que conduce a diferentes
modos de aproximarse, implicarse y responder a las situaciones de logro (Ames,
1992; Linnenbrink y Pintrich, 2000), Dweck y Elliot (1983) señalan que los
alumnos se pueden orientar hacia las tareas de logro de dos modos distintos:
bien orientándose hacia el aprendizaje, o bien orientándose hacia el
rendimiento. Los alumnos que centran su atención en las metas de aprendizaje
intentan mejorar su propia competencia, desarrollar nuevas habilidades y
superar retos, mientras que los alumnos que establecen metas de rendimiento –o
ejecución– están atentos a resultados tales como tener éxito, quedar bien ante
los demás, buscar el reconocimiento o evitar el fracaso. Como se puede
comprobar, esta diferenciación guarda una estrecha relación con los constructos
de motivación intrínseca y motivación extrínseca.
. Uno de los
factores más relevantes que parece estar en la base de estas diferencias es la
concepción que los individuos tienen sobre la inteligencia. Para los individuos
que establecen metas de aprendizaje la inteligencia se concibe como un conjunto
de conocimientos y habilidades que pueden mejorarse como resultado del esfuerzo
y del aprendizaje. Los sujetos que establecen unos u otros tipos de metas
también se diferencian en las atribuciones o justificaciones que realizan de
sus resultados. Así los sujetos con metas de aprendizaje tienden a atribuir los
éxitos a causas internas tales como la competencia y el esfuerzo, mientras que
los sujetos que establecen metas de ejecución tienden a atribuir sus éxitos a
causas externas e incontrolables, como la suerte o la dificultad de la tarea
(Elliot y McGregor, 2001). Del mismo modo, también parece bastante consensuada
la idea de que la orientación hacia la evitación de la tarea es la que
correlaciona en mayor medida con peores rendimientos en el estudio. Sin
embargo, existe una menor evidencia empírica en el papel de las metas de
rendimiento en los resultados académicos. Así como, dentro de los
planteamientos de las múltiples metas, se han observado que los alumnos con
puntuaciones elevadas en ambas orientaciones reflejan mayores niveles de
autoeficacia, de valor asignado a las tareas, de afectos positivos tras los
fracasos, menor utilización de estrategias de evitación.
Cualquier
situación que facilite la percepción de la propia competencia mejorará la
motivación intrínseca. Las situaciones que posibilitan esta experiencia son
aquellas que proporcionan al sujeto un nivel de desafío óptimo, por no ser muy
fáciles ni muy difíciles de acuerdo con la competencia percibida. Además, para
que haya motivación intrínseca es necesario que el sujeto experimente cierta
autonomía, teniendo el sentimiento de que ha de hacer algo no sólo porque otro
lo quiere. Desde esta última perspectiva el profesor ha de facilitar la
participación de los alumnos, la toma de decisiones, respetar el ritmo de
aprendizaje y facilitar el que el alumno internalice los objetivos que desde un
medio externo establece la escuela.
Desde la
perspectiva del contenido de la meta se argumenta que las metas surgen tanto
del individuo como del contexto en el que éste se encuentra ya que, en muchas
ocasiones, esas metas vienen determinadas y definidas por el contexto social.
De hecho, las actividades de enseñanza y aprendizaje tienen lugar en un contexto
social definido por expectativas y por reglas sociales que regulan el día a día
en el aula.
La teoría
motivacional de la atribución de Weiner
Esta teoría es una
de las más cognitivas de las situadas dentro de esta orientación. Es, además,
una de las teorías que más trabajos ha generado, y de la que se han derivado un
gran número de programas de intervención en el ámbito escolar. El principal
representante de esta teoría es Bernard Weiner (1972, 1979, 1986, 1992). La
teoría motivacional de la atribución parte de dos supuestos: el primero se
refiere a que las personas necesitan comprender y dominar el ambiente que les
rodea y su propia vida, para hacer que ambos sean más predecibles y
controlables. El segundo establece que, de igual modo, éstas tratan de
comprender, particularmente, los determinantes causales de la propia conducta y
de la de los demás (González, 2005). Así, Weiner (1986), define las causas como
“construcciones generadas por el que percibe, sea actor u observador, para
tratar de explicar la relación entre una acción y un resultado” (p. 22),
matizando que esta adscripción causal no especifica por qué se ha realizado una
acción, sino por qué un resultado ha tenido lugar. Sin embargo, Weiner señala
que no en todos los resultados se desencadena igualmente el proceso
atribucional. De este modo, existen ciertas circunstancias que favorecen la
activación de este proceso: en primer lugar, el hecho de que el resultado sea inesperado.
En segundo
lugar, el interés o la importancia que tiene un suceso para el sujeto y, en
tercer lugar, esta activación es más frecuente cuando el resultado es negativo
o se produce en una situación nueva para el individuo (Weiner, 2005).
¿De qué depende
que un estudiante realice la atribución de su éxito o su fracaso al esfuerzo, a
la capacidad, a la suerte, etc.? Estas causas que el sujeto percibe como las
que explican el resultado obtenido, pueden estar influidas por dos tipos
generales de condiciones antecedentes: factores ambientales y factores
personales. Los factores ambientales incluyen tanto información específica como
normas sociales, mientras que los factores personales incluyen una variedad de
esquemas y creencias previas que mantienen los sujetos acerca de la situación y
de sí mismos. Todos estos antecedentes determinan, de algún modo, las
atribuciones que realizan los individuos tras los acontecimientos. No obstante,
hay que señalar que estas atribuciones son causas percibidas por éstos, lo cual
no implica, necesariamente, que se trate de las causas reales de los resultados
obtenidos. Según la Teoría de la Atribución, la fuerza motivacional de las
atribuciones se deriva de su clasificación según las dimensiones de causalidad.
Estas dimensiones son las que dotan a las atribuciones de sentido y significado
psicológico.
Las tres
dimensiones establecidas inicialmente por Weiner y contrastadas posteriormente
en diversas investigaciones (Barca, Peralbo y Breñilla, 2004; Navas et al.,
2000) son:
a)
Lugar de control: Esta dimensión se refiere al
lugar donde el sujeto sitúa la causa, ya sea dentro de la persona (interna),
como, por ejemplo, la capacidad, el esfuerzo o las habilidades, como fuera de
ella (externa), como la suerte, el profesor, la tarea u otras causas ajenas a
ellos.
b)
Estabilidad: Esta dimensión alude a la “temporalidad”
de las causas; si el sujeto las considera como estables, permanentes, y por lo
tanto difíciles de modificar, o como inestables, temporales o variables,
fácilmente modificables.
c)
Controlabilidad: Hace referencia a la percepción del
sujeto de su influencia o control sobre una determinada causa y, por tanto, a
la posibilidad de modificación de esta.
Finalmente,
siguiendo con la cadena atribucional, estas dimensiones son las que
desencadenan en el sujeto una serie de consecuencias de tipo psicológico y
afectivo que determinan la conducta final. A nivel cognitivo, las principales
consecuencias se establecen en el plano de las metas y de las expectativas.
Así, el patrón
atribucional más adaptativo y que, a la luz de las investigaciones correlaciona
con mejores niveles de rendimiento académico, consiste en atribuir los éxitos a
causas relativamente estables, controlables e internas, como la capacidad o el
esfuerzo (Barca y Peralbo, 2002; Barca et al., 2000; Manassero y Vázquez, 1995,
2000). Por su parte, en el caso del fracaso, la atribución causal al esfuerzo
no siempre parece la más adecuada, especialmente cuando el sujeto se esfuerza
y, a pesar de ello, sigue fracasando pues, en este caso, va a considerar la
capacidad como una causa estable y, además, incontrolable.
Aportación
Es de suma importancia
adentrar a la formación motivacional, esta dimensión más general va más allá de
la tarea. Tenemos que tomar conciencia de que no solo sea que el
estudiante quiera hacer la tarea; es necesario que la actividad tenga sentido para
el alumno, y que el docente pueda complementarse con aquellos motivos del
alumno que pueden dar significado a la aplicación de los recursos cognitivos para
aprender. Ciertamente, lo anterior no involucra ceder frente a la lógica
del alumno y sus motivos para aprender, sino tomar esos motivos como un punto
inicial a partir del cual se puede ampliar el horizonte de sentido de los
aprendizajes propuestos.
Ejemplo de
aplicación en el aula:
La
retroalimentación en alumnos de sexto de primaria como actividad motivacional:
Se diseña una actividad
didáctica para los alumnos, se recomienda su realización mediante una
organización en equipos para fomentar la colaboración y el aprendizaje entre
pares. Para dicha actividad también se debe desarrollar una rúbrica que sirva
de guía y referencia a los alumnos durante la realización de esta.
Para su aplicación
la retroalimentación se recomienda asignar a cada equipo horarios diferentes para
tener una reunión con cada uno de ellos de forma personalizada, en esta se
demuestran sus avances en el proyecto con base a la rúbrica, esta
retroalimentación la debe realizar el docente en un lenguaje positivo, nunca
usar palabras o frases como “esto no está bien”, “esto no se hace así”, “no”,
en cambio utilizar frases como: “podrías hacer esto”, “está bien aunque se le
podría agregar esto”, lo anterior con el fin de que el alumno no sienta que se
le está menospreciando su esfuerzo o despreciando su trabajo, por el contrario
con esta acción deberá sentir que se le está impulsando para obtener un mejor
resultado dando como efecto de esta acción una elemento que estimule la motivación
en él para seguir trabajando.
Aquí les
comparto un vídeo de las principales estrategias para motivar a los alumnos:
https://www.youtube.com/watch?v=JCYHW4ApvBs
Ejemplo de cuando un alumno no encuentra
la motivación escolar:
https://www.youtube.com/watch?v=wkxg8hxjm0k
Referencias
Castejon Juan Luis, G. C. (s.f.). Psicología de la educación. Club universitario.
Chadwick, C. B. ( 2001). La psicología de aprendizaje del enfoque constructivista. Revista Latinoamericana de Estudios Educativos, pp. 111-126.
González Arrabal, E. (2007). Introducción Temprana de las TIC: Estrategias para Educar en un Uso Responsable en Educación Infantil y Primaria. Madrid: Ministerio de Educación y Ciencia.
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